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Mundial: Junto con estadios, sudafricanos construyen nueva nación

JOHANNESBURGO (AP). Más de una década después, Ntombie Khofane siente aún la calidez del apretón de manos que le dio Nelson Mandela, y siempre recordará la forma en que el lí­der de la lucha de los negros por la igualdad en Sudáfrica enseñó en su escuela "cómo hacer mejor las cosas".

Inspirada por esa creencia, Khofane abandonó hace seis años el área del Monte Ayliffe, sumida en el desempleo, y emprendió un viaje de nueve horas en autobús por un accidentado camino hasta Soweto, prácticamente sin más equipaje que las palabras de Mandela.

Ahora, la mujer es supervisora asistente en el estadio Soccer City (Ciudad de Fútbol), y representa una prueba viviente de la forma en que las obras para la Copa Mundial del año próximo producen estadios y algo más. Los proyectos están sembrando esperanzas de una nación unida y propagando la promesa de riqueza y respetabilidad para un mayor porcentaje de la población negra.

El estadio, de 94.000 asientos, será la sede de la final mundialista, y se yergue con su forma de caldero gigante entre la tierra roja, flanqueado por pilas de desechos de las minas de oro en un lado y por los rascacielos de Johannesburgo en el otro.

En total, se construyen seis estadios nuevos para el Mundial del 2010, pero ninguno es tan grande como el Soccer City, donde trabaja Khofane. Y en medio del bullicio de 3.500 trabajadores que tratan de tener listo el inmueble, la mujer se siente en casa, entre obreros cuyas pieles son tan distintas como los cascos multicolores que llevan en la cabeza.

"Aquí­ y ahora, no hay diferencia entre blancos y negros", dijo Khofane. "Trabajamos juntos y eso me hace feliz.

Mientras algunos trabajadores se balancean en largas sogas colgadas del techo y otros corren en medio del polvo de la construcción, puede apreciarse un trato amable entre todos, en un paí­s donde alguna vez imperó la segregación racial.

Y aunque los sitios de construcción en todo el planeta suelen ser exclusivos para los hombres, en Sudáfrica las mujeres han tenido más oportunidades. Ocupan el 30% de los empleos en el estadio Soccer City.

En su puesto, Khofane mide y revisa el diseño en el ala occidental del estadio, incluyendo todo, desde las oficinas hasta los baños. A los 30 años, está en el lugar idóneo para ascender algún dí­a.

"Este puesto me ha hecho más inteligente", dijo con una sonrisa.

Este es el tipo de pensamiento decidido y a largo plazo que le permitió a Mandela alcanzar metas que pocos hubieran considerado posibles.

Incluso por el hecho de haber llegado a donde está, Khofane muestra ya los grandes pasos que ha dado Sudáfrica.

Bajo el régimen del apartheid, se negaba a la mayorí­a de los negros la oportunidad de tener buena educación o empleos bien remunerados, hundiéndolos más en la pobreza. Sus condiciones de vida solí­an ser desesperadas, mientras que los blancos disfrutaban estándares de vida semejantes a los de paí­ses desarrollados.

Este es el legado que la gente como Khofane trata ahora de dejar atrás.

Su región de Monte Ayliff es una zona habitada casi exclusivamente por negros. Cuando crecí­a Khofane, el 75% de las familias ganaba menos de 1.000 rands (125 dólares) mensuales, y tres cuartas partes de la población económicamente activa estaba desempleada.

No sorprende el que Khofane defina con doso palabras qué le hizo emigrar a Johannesburgo.

"El dinero", señaló.

Ese deseo fue más grande que el temor que tuvo por dejar a cinco hermanos y una hermana para mudarse a una endeble choza, sólo porque "un vecino conocí­a a alguien en Soweto".

Comenzó cosiendo pantalones vaqueros, a cambio de 279 rands (35 dólares) por un trabajo que le llevó dos semanas.

"Fue una mala paga", dijo.

La industria de la construcción, pese a exigir mucho esfuerzo fí­sico, pareció entonces una opción atractiva.

De ahí­ en adelante, sus pasos marcaron hitos para los sudafricanos negros. Obtuvo un empleo, ayudando a construir el centro comercial Maponya, con un costo de 86 millones de dólares, en el corazón de Soweto.

Maponya se asemeja en cierta forma al estadio. Construido sobre las ruinas del lugar en que Mandela realizó su primera concentración masiva en 1990, tras ser excarcelado, el centro comercial tiene un significado especial para los negros.

Se construyó en Soweto, que tiene más de un millón de habitantes y era poco más que una ciudad-dormitorio decadente de la que el apartheid obtení­a mano de obra barata y sobre la cual se ejercí­a un control asfixiante.

Financiado por un empresario negro que se hizo rico por sus propios medios, el centro comercial se inauguró hace dos años y es sí­mbolo de orgullo, pues permite a los negros gastar el dinero y hacer compras en el mismo lugar en que viven.

"Estoy orgullosa de haber trabajado ahí­", dijo Khofame. "Es algo muy importante para mí­".

Pese a que las cosas parecen mejorar para Khofane, la diferencia entre ricos y pobres no se ha reducido desde que Mandela asumió como presidente en 1994. Sólo un pequeño número de negros se une a los blancos en el lado de los ricos.

La clave para el futuro, sin embargo, es aumentar los niveles de vida de la población en general.

Es por ello también que proyectos como el Mundial y el centro comercial de Maponya significan tanto, pues los fondos invertidos terminan por llegar hasta el ciudadano negro común. Una supervisora como Khofane puede ganar ahora unos 5.000 rands (600 dólares) mensuales.

Algo sigue inquietando a Khofane. Cuando Joseph Blatter, el presidente de la FIFA, visitó el estadio en el 2007, prometió a los trabajadores de la construcción boletos para los partidos del Mundial.

Ninguno ha olvidado sus palabras.

"¿Nos dará los boletos?", preguntó Khofane. "De otro modo, no podrí­amos pagarlos".

FUENTE: Agencia AP