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La F1 llega a EEUU sin dos escuderías y con el título en juego

El Gran Premio de Estados Unidos de Fórmula 1 arrancará el domingo en el Circuito de las Américas, cerca de Austin, donde los dos pilotos del equipo Mercedes-AMG, Lewis Hamilton y Nico Rosberg, vivirán un nuevo duelo, en una carrera con sólo 18 pilotos por la ausencia de Caterham y Marussia por problemas económicos.

En Texas se espera una ardua pelea entre los compañeros de las Flechas de Plata, que deberían ocupar la primera línea de la parrilla de salida. Con el título mundial de constructores debajo del brazo desde el pasado Gran Premio de Rusia, en Sochi, ahora sólo queda por dilucidar quién de los dos se coronará campeón del mundo.

Hamilton cuenta con 17 puntos de ventaja sobre Rosberg, que intentará recortar la distancia desde este mismo fin de semana.

El británico tiene la ventaja de haber saboreado ya las mieles de la victoria en Austin, en 2012, a lomos de un McLaren, en la primera edición de este Gran Premio de Estados Unidos versión 2.0, en un circuito que todos adoran, cuya salida se da en alto y se realizan 20 giros únicos e incomparables.

Con un público entregado, esta etapa del mundial es siempre muy bien recibida por 'el gran circo'.

En 2013, el alemán Sebastian Vettel se llevó la victoria pero ahora todo parece haber cambiado. Hace un año el equipo Red Bull, con sus motores Renault, dominaba la F1.

Vettel partió desde la 'pole' y, sin apenas dificultades, sumó la 38ª victoria de su carrera. A partir de entonces, su estrella parece haber palidecido mientras que su compañero, el joven australiano Daniel Riccardo, es la sensación de la temporada, con tres victorias en Canadá, Hungría y Bélgica.

Ricciardo y Valtteri Bottas (Williams), la otra revelación de la campaña 2014, pugnan actualmente por la tercera posición del campeonato (son 3º y 4º respectivamente) y se sitúan por delante del español Fernando Alonso y del propio Vettel. Todos ellos aspiran a subirse al podio este domingo en Austin.

- La Fórmula 1, directa contra el muro -

A pesar de que todo deberían ser sonrisas cuando sólo restan tres Grandes Premios para el final del mundial y se visita un circuito tan especial y moderno como el de Texas, cuyo embajador es el siempre sonriente Mario Andretti, campeón del mundo en 1978 sobre un Lotus, las miradas apuntan en otras direcciones.

Por un lado, el joven francés Jules Bianchi se sigue debatiendo entre la vida y la muerte en Japón y, por otro, dos escuderías han tenido que ausentarse debido a problemas económicos.

Caterham y Marussia fueron puestas recientemente bajo administración judicial, en Inglaterra, con el beneplácito del jefe de la Fórmula 1, Bernie Ecclestone, que, a sus 84 años, parece vivir en una realidad diferente a la que marca el mundo moderno.

No en vano, el reciente reparto de los ingresos comerciales de la Fórmula 1, acordados recientemente en el nuevo 'Acuerdo de la Concordia', son tan desiguales que la mitad de las escuderías corren serio peligro.

Caterham y Marussia han sido los primeros pero su realidad es muy diferente: mientras Caterham sufre por las desavenencias entre su propietario, el malasio Tony Fernandes y un grupo de compradores anónimos desde junio pasado, Marussia es un equipo desmoralizado, destrozado por el dramático accidente de Bianchi en Japón a pesar de gozar de su mejor campaña desde 2010, ocupando el noveno puesto del campeonato de constructores.

Además, otras dos escuderías viven al filo de la navaja: por un lado, Force India tiene a uno de sus principales accionistas en prisión, el gerente del fondo Sahara, y, por otro, el equipo Sauber, con Peter Sauber y Monisha Kalterborn a la cabeza, intentan alejar una oferta del multimillonario canadiense Lawrence Stroll, cifrada en cerca de 100 millones de dólares.

Las audiencias siguen bajando en casi todo el mundo y no se ve el final del túnel de esta acuciante crisis.

Por este motivo, la Fórmula 1 llega a Estados Unidos en un momento inmejorable, a una Texas en pleno 'boom' económico, a un circuito ultramoderno pensado sobre todo para los aficionados.

Todo ello puede suponer un salvoconducto en ese pequeño mundo incapaz de darse cuenta de que se dirige, irremediablemente y a 300 km/h, contra el muro. Va a estar ajustado, como la pelea en cabeza entre Hamilton y Rosberg.

FUENTE: AFP