PUERTO PRINCIPE, Haití (AP). Se escuchan gritos de júbilo en la capital haitiana y en seguida el eco de disparos de celebración. ¿Es un nuevo presidente o un patriota que regresa? No, es un gol de Brasil.
Unos 2.500 aficionados llegaron al estadio nacional Silvio Cator para ver la victoria sobre Costa de Marfil del domingo en una pantalla gigante que conectaron a una antena parabólica de tres metros instaladas en la mitad del campo.
Se amontonaron alrededor de televisores y radios por todo Puerto Príncipe, incluyendo pantallas de proyección que las fuerzas de paz en Naciones Unidas instalaron en varios campamentos de damnificados.
"¡Brasil! Siempre Brasil. Crecimos con Pelé. El es negro como nosotros y uno de los grandes jugadores del mundo", dijo Jhon Daudin, de 46 años, quien regaló cientos de ruidosas botellas pintadas de verde y amarillo y rellenas de granos de maíz para apoyar a su equipo preferido.
Las calles estaban plagadas de banderas de Brasil, algunas originales y otras hechas a mano, eran exhibidas sobre los carros, ondeaban en motocicletas o colgaban de los derruidos edificios en Route de Delmas, en donde una multitud se reunió a festejar tras la victoria.
"No tenemos nada más que hacer en estos días. Esto es una gran distracción", dijo Fritz Jean, de 25 años, un fanático cuya casa colapsó en el terremoto del 12 de enero. Como otro millón y medio de personas, su familia completa ha estado viviendo debajo de un nylon en el distrito de Carrefour desde hace cinco meses.
Por el débil equipo nacional de Haití (que solo se clasificó una vez al Mundial en 1974) y los fuertes lazos con Brasil, se hace fácil apoyar el pentacampeón mundial.
Con el terremoto que asoló el país, Brasil también sufrió al perder a altos funcionarios al desmoronarse la oficina de Naciones Unidas y a 10 soldados, fallecidos en un puesto de Cite Soleil. Mientras el mundo prometía ayuda, Brasil fue la primera y hasta esta semana la única nación que colocó fondos en un fideicomiso para la reconstrucción.
La "diplomacia del fútbol" no es nueva. En el marcador del estadio nacional de Haití todavía se lee el borroso lema del "Juego por la Paz" del 2004, cuando el país estaba desgarrado por las guerras de pandillas que siguieron al derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide y las fuerzas estadounidenses estaban saliendo del país y llegaba una fuerza de paz liderada por Brasil.
Ronaldo jugó al lado del presidente Luis Inacio Lula da Silva, quien se ganó los corazones de los haitianos por llegar a la ensangrentada capital para un partido contra la selección haitiana.
"Los haitianos son tan brasileños como los brasileños mismos en el campo de juego. Así, la diplomacia del fútbol brasileña y en este caso la generosidad nos ha robado el corazón", dijo Raymond Joseph, el embajador de Haití en Estados Unidos en un comunicado del Banco Mundial de cuando las fuerzas brasileñas pacificaron la peligrosa barriada Cite Soleil.
Pero lo que realmente cuenta no es la política sino ganar jugando buen fútbol. La pasión de los haitianos por el fútbol les corre las venas. Juegan en las barriadas, las calles, los campamentos de damnificados, en cualquier espacio disponible. Los contrarios apoyan a Argentina o a cualquier otro equipo que juegue contra Brasil en un día cualquiera.
Pero no cabe duda de quien tiene más apoyo.
FUENTE: Agencia AP