NUEVA YORK (AP). En la práctica, si sólo fuese por capacidad de recursos, Estados Unidos correría a robo para ganar el Clásico Mundial de béisbol.
Pero los estadounidenses saben bien que no tienen nada garantizado y para ello está el recuerdo de su magra participación en la primera edición hace tres años, cuando ni siquiera pudieron alcanzar las semifinales.
¿Qué pasó? Un poco de todo, desde una preparación semi improvisada hasta la desidia de varias luminarias hacia el torneo.
La ausencia de figuras de alto relieve, como Ryan Howard, CC Sabathia y Cole Hamels, ha vuelto ser la característica.
Hasta Alex Rodríguez decidió cambiarse de bando cuando optó por ponerse el uniforme de la República Dominicana, la tierra natal de sus padres. Pero la nube tóxica de escándalo que se cierne sobre el tercera base de los Yanquis de Nueva York, tras su admisión de consumo de esteroides, hace que su baja en la tropa dirigida Davey Johnson se tome como una bendición.
Johnson, ahora en lugar de Buck Martínez, ha armado meticulosamente su equipo, bajo el concepto de que no se tiene que tener a un súper astro en cada posición.
Las credenciales de Johnson, de 65 años, son impecables. Fue el piloto que llevó a los Mets de Nueva York a la conquista de la Serie Mundial y fue el manager del año en 1997 con los Orioles de Baltimore. También ha dirigido a la selección nacional en los Juegos Olímpicos y campeonatos mundiales.
La consigna es redimirse de lo ocurrido en 2006 y terminar coronándose monarcas en casa. Lo primero será sortear un grupo de primera ronda en el que se batirán con Venezuela, Canadá e Italia, con sede en Toronto.
Algo que ahora es más palpable es una actitud más humilde sobre los oponentes.
"Algunos de mis compañeros se creyeron que sólo iba a ser cuestión de sacudir los bates y los guantes en el diamante e ibamos a aplastar a todo el mundo", recordó recientemente Chipper Jones, el astro de los Bravos de Atlanta que estuvo en el primer Clásico. "Habían muchos egos".
El resultado fue penoso con un récord final de 3-3, incluyendo derrotas ante México, Corea del Sur y Canadá.
La nueva actitud de solidaridad de equipo y buena cohesión parece calcar la que llevó el equipo nacional de básquetbol a los Juegos Olímpicos de Beijing el año pasado. La misma rindió buenos dividendos, permitiendo que Kobe Bryant y compañía recuperasen el oro olímpico, el primer título internacional de envergadura del básquetbol estadounidense en ocho años.
El roster de la novena de Johnson llama la atención por la inclusión de peloteros que se caracterizan por su oficio y garra. Tal es el caso del intermedista Dustin Pedroia, el jardinero Shane Victorino y el inicialista Kevin Youkilis. También tome apunte de Mark DeRosa, capaz de fildear donde sea en el cuadro interior.
"Se buscó un equipo con versatilidad, con jugadores que sepan sacrificarse, hacer las jugadas sencillas para fabricar carreras sin tener que depender de los batazos de largo metraje", comentó Barry Larkin, el retirado torpedero que fungirá como uno de los coaches de Johnson.
Paul Seiler, el director ejecutivo de la federación estadounidense, fue enfático al afirmar que "descartamos el concepto de pensar que esto es como un Juego de Estrellas, nada de pensar que uno saldrá a jugar sólo cuatro innings".
Pero el equipo mantiene una buena cuota de estrellas de renombre. Tal es el caso de Jones, Derek Jeter, Jimmy Rollins y David Wright.
Una clave será el pitcheo, convocando a cuatro abridores en el grupo de 13 lanzadores y el resto serán relevistas, con el declarado objetivo de regular el reparto de innings. Jake Peavey, Roy Oswalt y John Lackey son las máximas cartas entre los abridores, mientras que en el bullpen se destacan Joe Nathan, B.J. Ryan y J.J. Putz.
FUENTE: Agencia AP