NUEVA YORK (AP) — Cabizbajo y encorvado, Lionel Messi lloraba desconsolado al costado de una tarima en la misma cancha donde, minutos antes, su selección de Argentina había perdido otra final de una Copa América. Su compañero y amigo del alma, Sergio Agüero, le hacía guardia, abrazándolo por los hombros, mientras otros jugadores se acercaban para ofrecerle palabras de ánimo.
Quizás esa sea la última imagen que el mundo tenga del mejor futbolista de esta generación con una camiseta albiceleste.
Tocado hasta la médula tras perder su cuarta final con la selección, y tercera en dos años, Messi anunció poco después que el revés del domingo ante Chile en una definición por penales en la Copa América Centenario sería su último partido con Argentina. Tal vez habló prematuramente y, ya con la cabeza fría, cambie de parecer. No sería ni el primer ni el último futbolista que lo hace. Pero, si se mantiene firme, su legado con la Albiceleste quedará definido por una palabra, que, como para subrayar la crueldad del momento, aparecía escrita en letras gigantes al pie de la tarima: SUBCAMPEÓN.
"Ya está", repitió una y otra vez ante las cámaras un abatido Messi en las entrañas del estadio MetLife en Nueva Jersey. "Son cuatro finales, no es para mí...", insistió con tono fatalista, como si su historia con la selección estuviese escrita de antemano y no pudiese hacer nada para cambiarla.
Messi tuvo en sus manos —o, más bien, su mágico botín izquierdo— una oportunidad para reescribir el libreto. Sin embargo, mandó a las nubes el primer disparo en una definición desde el punto de penal que, por segundo año al hilo, otorgó por esa vía el título de la Copa América a Chile, de nuevo luego de 120 minutos sin goles.
Hace 12 meses, Messi fue el único argentino que atinó su penal en la final en el Estadio Nacional de Santiago. En 2014, el verdugo fue Alemania por 1-0 en la Copa del Mundo. En 2007, cuando Messi apenas empezaba a despuntar como el devorador de récords de hoy en día, fue un revés 3-0 ante el archirrival Brasil en la Copa América de Venezuela.
Cuatro finales, cuatro decepciones. Ni un solo gol. Una amarga cosecha para el que en esta Copa Centenario superó a Gabriel Batistuta para alzarse como máximo artillero en la historia de la selección, con 55 dianas en 113 partidos. Para el que conquistó todo lo imaginable con el Barcelona, incluyendo cinco Balones de Oro y cuatro Ligas de Campeones.
"Lamentablemente el que más jodido se va es Leo, por el penal", reveló el "Kun" Agüero, compañero de cuarto de Messi en las concentraciones de la selección desde que se conocieron antes del Mundial Sub20 de 2005. "Es la vez que peor lo vi en el vestuario".
Messi ganó aquel mundial juvenil y fue elegido como el mejor jugador del torneo con apenas 18 años. Ya era toda una leyenda en las divisiones inferiores del Barcelona, había debutado en la primera división, y se hablaba de él como la estrella argentina del futuro. Tres años después, conquistó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing, esta vez a la cabeza de un plantel sub23.
Todo pintaba como que sería uno de los encargados de frenar una sequía de títulos de la selección mayor que, para entonces, ya alcanzaba los tres lustros, desde la Copa América de 1993 que ganaron Batistuta, Diego Simeone y otros. Ocho años después, Argentina sigue estancada en dos Copas del Mundo (1978, 1986) y 14 trofeos continentales, y Messi, con 29 años recién cumplidos, no logra saldar esa cuenta pendiente a pesar de haber participado en tres mundiales (2006, 2010, 2014) y cuatro Copas América (2007, 2011, 2015, 2016). La de 2011 fue particularmente dolorosa, ya que Argentina era anfitriona del torneo, y fue eliminada por Uruguay en los cuartos de final.
A Messi siempre le costó ganarse el cariño de sus compatriotas. Retraído y de perfil bajo, nunca jugó en un club argentino de primera división y emigró a Barcelona cuando tenía 13 años. Jamás hizo alarde de la viveza callejera que tanto admiran los argentinos, esa astucia con una pizca de malicia que exhibió Diego Maradona cuando le metió un gol con la mano a Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de 1986, que luego ganaría en una final ante Alemania.
Y ese fue su otro gran problema. La eterna y larga sombra de Maradona.
Las comparaciones empezaron cuando Messi todavía era un chiquillo sin pelos en el rostro. Dos zurdos, gambeteadores y goleadores, capaces de enfrentar a gigantes europeos y hacerlos quedar en ridículo con un giro de cadera o una elástica con la pierna. Argentina no ha parado de buscar al "próximo Maradona" desde que el Pibe de Oro colgó los botines en 1997.
En Argentina abundan los que no conciben que Messi no vuelva a jugar con la selección.
"Estamos hablando del mejor jugador del mundo, cómo le vamos a permitir que él tome la decisión y que deje la selección", expresó José Luis Brown, que participó en la gesta de 1986. "Lo mejor que podíamos hacer nosotros, los del 86, es juntarnos nosotros y los muchachos que jugaron ayer. No puede ser que no tenga valor la camiseta argentina", agregó al defensor, aludiendo a versiones de que varios jugadores de Argentina piensan renunciar al equipo.
Maradona, técnico del plantel albiceleste que fue eliminado 4-0 por Alemania en los cuartos de final del Mundial de 2010, tampoco le hizo muchos favores a Messi. Poco antes de arrancar la Copa Centenario, fue captado por micrófonos diciendo a Pelé que su compatriota no tenía características de líder. En la antesala de la final del domingo, Maradona participó en un programa de televisión para conmemorar los 30 años del partido contra Inglaterra, en el que además de la "Mano de Dios" metió un gol en el que burló a medio plantel inglés, y que es considerado como el mejor tanto en la historia de los mundiales.
Cuando le preguntaron si Argentina ganaría la final, medio en broma y en serio, Maradona respondió: "Si no ganamos, que no vuelvan".
Argentina no ganó. Messi regresa el lunes a Buenos Aires. Si cumple su palabra, no volverá a vestir la albiceleste.
FUENTE: AP