LIVERPOOL, Inglaterra (AP). Para los cientos de miles de aficionados que pasan por el Anfield Stadium del Liverpool cada temporada, persisten los recuerdos de las 96 personas fallecidas hace 20 años, en lo que se considera la peor tragedia deportiva en la historia del país.
Junto con el dolor está la lucha por hacer justicia. Hay una tienda cercana, cuyos ingresos se destinan a una campaña por ese fin, y dentro del estadio, algunos aficionados muestran en cada partido carteles que piden "Justicia para los 96".
Incluso en un club que actualmente es propiedad de empresarios estadounidenses y que está repleto de futbolistas extranjeros, el fantasma de los sucesos del 15 de abril de 1989 sigue apareciendo y evocando un día que cambió irremediablemente el fútbol inglés.
Incluso los jugadores que no habían nacido entonces sólo tienen que mirar alrededor del vestuario y buscar a su capitán, cuya carrera fue inspirada por Hillsborough. El primo de Steven Gerrard, Jon-Paul Gilhooley, fue la víctima más joven, de 10 años.
"El tiempo ha pasado, pero las cicatrices quedan", dijo Gerrard.
Gilhooley se había unido al éxodo de aficionados hacia el estadio, para ver el duelo entre el Liverpool y el Nottingham Forest en la cancha neutral de Sheffield.
En Liverpool, Gerrard, quien tenía nueve años, escuchaba por la radio, ansioso por conocer el desempeño de Alan Hansen, Ian Rush y John Barnes, quienes buscaban un boleto para la final en Wembley. Lo que no pudo ver Gerrard fue a la policía, ni las comunicaciones ineficientes en un estadio que carecía de las normas mínimas de seguridad.
Mientras 2.000 aficionados más trataban de entrar a la tribuna central, por el extremo de un callejón, la policía no logró evitar la congestión al impedir el acceso o abrir las puertas de salida, "un error de primer orden", concluyó en su investigación el magistrado Peter Taylor. La investigación llevó a que se prohibiera que hubiera aficionados de pie en los graderíos en las principales ligas de fútbol de Inglaterra.
Las súplicas para que se postergara el comienzo del partido no fueron escuchadas.
"Siempre me he sentido indignado por el hecho de que ellos no hubieran esperado a los espectadores", dijo Kenny Dalglish, quien ese día era el técnico del Liverpool.
Cientos de espectadores fueron aplastados contra las vallas de metal, los pisos de concreto o los muros. La tragedia se agravó por el hecho de que la policía no entendió la magnitud de lo que ocurría.
Los agentes sospecharon que los aficionados querían invadir la cancha. Los espectadores trataron de escapar trepando a las cercas, coronadas por alambre de púas, y fueron empujados de vuelta al graderío.
"La gente pedía ayuda a gritos, pero la policía no se dio por enterada", recordó Keith Golding, cuyo tío falleció. Golding hizo las declaraciones a la investigación de Taylor.
"Había gente muerta de pie. Mi tío estaba justo al lado mío, y al final supe que estaba muerto".
"Había tres chicos en el otro extremo, junto a nosotros, y era claro que estaban muertos. Estaban morados y con la boca abierta".
El partido se desarrolló durante seis minutos, antes de interrumpirse a las 15:03.
"Uno oía los alaridos de los aficionados", relató John Ardridge, quien era delantero del Liverpool, acerca de la confusión cuando se le ordenó abandonar la cancha. "Siempre recordaré cuando alguien gritó: 'La gente se está muriendo aquí'".
Pronto, el país vio las estremecedoras imágenes de la cancha cubierta de cadáveres, los carteles publicitarios arrancados e improvisados como camillas.
Gerrard dijo que se preguntó si había algún conocido en el encuentro. Tras una noche de insomnio y plegarias, descubrió que sí.
"Recibimos la llamada temida a la puerta, la mañana siguiente, cuando nos dijeron que un miembro de nuestra familia estaba en el partido y había muerto trágicamente", dijo Gerrard, quien tiene actualmente 28 años y es uno de los astros del medio campo en Inglaterra. "Y el ver las reacciones de su papá, su mamá y su familia me impulsó a convertirme en el jugador que soy actualmente".
FUENTE: Agencia AP