Tras 15 años al frente de la selección uruguaya, a la que volvió a llevar a la élite del fútbol, Oscar Tabárez fue cesado este viernes a los 74 años luego de una seguidilla de traspiés que generaron cuestionamientos a su proceso en la Celeste.
Pero las últimas y muy complicadas fechas de las clasificatorias sudamericanas rumbo al Mundial de Catar-2022 se tornaron la tumba del entrenador.
Cuatro derrotas al hilo que incluyeron tres duras goleadas (3-0 ante Argentina en Buenos Aires, 4-1 ante Brasil en Manaos, 1-0 nuevamente ante Argentina en Montevideo, y 3-0 frente a Bolivia en La Paz) completaron los 221 partidos internacionales con los que Tabárez se despide de la Celeste.
Su largo 'proceso', como le llaman a sus 15 años y ocho meses al frente del combinado nacional, sabe más de victorias que de derrotas: consiguió el triunfo en 104 partidos, empató en 58 y perdió en 59.
Con esos guarismos, devolvió a Uruguay a un círculo de flor y nata del que la selección charrúa estaba relegada desde hacía décadas, en las que solo vivía del recuerdo en blanco y negro de los campeonatos mundiales de 1930 y 1950.
Bajo la batuta Tabárez, quien tomó las riendas del conjunto celeste por segunda vez en 2006 luego de un breve período entre 1988 y 1990, la selección clasificó a todos los mundiales, logrando un cuarto puesto en Sudáfrica-2010 y un quinto lugar en Rusia-2018. Además en 2011, sus dirigidos se alzaron como campeones de América en Argentina, un título que repetían por primera vez en 16 años.
Sin embargo, este maestro de escuela devenido en técnico de fútbol asegura que ganar no lo es todo, sino que "el camino es la recompensa".
Esa frase, que repite como mantra y que los uruguayos asocian indefectiblemente, resume su filosofía vital aplicada al juego: la experiencia es la base sobre la que se construye el éxito.
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Cuando Francia, a la postre campeona del Mundo en Rusia-2018, eliminó a Uruguay en cuartos de final, una reflexión de Tabárez basada en esta idea dio la vuelta al mundo.
La derrota "no significa que se haya fallado en el proceso de 12 años de devolver a Uruguay a la élite del fútbol mundial. (...) Hoy se terminó un sueño, pero vendrán otros y hay que tratar de prepararlos", dijo en aquel momento.
Aunque para los uruguayos era escena corriente, fuera de fronteras llamaba la atención su esfuerzo para movilizarse en las canchas debido a una neuropatía crónica que en algunas ocasiones le exige el uso de bastones y en otras de un carrito motorizado.
En la selección, el técnico logró mucho más que resultados deportivos: con su estilo austero, consagró valores de superación colectiva que para muchos en Uruguay resultaron inspiradores más allá del fútbol.
Parco en sus respuestas, mesurado en sus festejos, estricto en sus programas, el 'Maestro' se convirtió en un referente extradeportivo, aunque sus modos a veces malhumorados frente a la prensa también le ganaron fama.