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¿Ocho oros hacen a Phelps el deportista olí­mpico más grande?

BEIJING (AP). La última medalla fue un mero trámite burocrático, pues Estados Unidos jamás perdió este relevo olí­mpico y Michael Phelps nunca pierde.

Por las dudas, Phelps tení­a su gran ladero, Jason Lezak, listo para resolver cualquier percance que pudiera surgir en la prueba que lo convertirí­a en el deportista que más medallas de oro ganó en una justa olí­mpica.

Lezak no tuvo que esforzarse porque esta vez Phelps hizo el gasto, dejando atrás a un australiano y a un japonés en el tercer relevo y entregándole a Lezak una cómoda ventaja.

Las medallas no mienten y Phelps tiene ahora la sorprendente cantidad de 14 doradas, cinco más que sus rivales más cercanos en la lista de atletas más exitosos de todos los tiempos. Con sus ocho oros de este año, tiene apenas una menos que las que los más grandes atletas olí­mpicos cosecharon a lo largo de todas sus trayectorias.

Y no serí­a de extrañar que el estadounidense añada más oro dentro de cuatro años en Londres.

Pero si alguien se pregunta si Phelps es el deportista olí­mpico más grande de todos los tiempos, la respuesta es no.

Por lo menos hasta que gane otro oro en Londres, o haga algo más escandaloso todaví­a, como triunfar en el triatlón.

Bueno, pedirle a Phelps que se trepe a una bicicleta o participe en una corrida luego de salir de la piscina tal vez sea un poco exagerado. La idea es que la natación reparte demasiadas medallas y los atletas de otros deportes no tienen la oportunidad de cosechar tantos metales.

El equipo de básquetbol masculino de los Estados Unidos, no importa lo bueno que sea, se llevará a lo sumo un oro. Y el fenomenal corredor jamaiquino Usain Bolt, que batió el récord mundial de los 100 metros a pesar de desacelerar al final, cosechará, en el mejor de los casos, tres. Las únicas otras pruebas en las que participará son los 200 y el relevo de 4x100.

Phelps ganó ocho oros en nueve dí­as porque, no hay duda, es el nadador olí­mpico más grande de todos los tiempos. Lo ayudó el hecho de que la prueba más dura, los 400 combinados, se corrió primero y que las carreras fueron distribuidas de un modo que lo benefició.

Pero no es el deportista olí­mpico más grande de la historia.

Dénle ese honor a Carl Lewis, que ganó nueve oros en cuatro olimpiadas, incluido el de salto en largo en cuatro ocasiones seguidas. A diferencia de Phelps, Lewis ganó sus preseas haciendo dos cosas totalmente distintas: con su velocidad en los 100 y 200 metros, y con su talento para el salto.

Y hubiera podido conseguir alguna otra medalla si Estados Unidos no boicoteaba los juegos de 1980 en Moscú, pues se habí­a clasificado en el salto en largo y para el relevo corto.

"No quiero desmerecer a Phelps", comentó David Wallechinsky, uno de los grandes expertos en los juegos olí­mpicos. "Pero tendrí­a que ser un poco más longevo para ser nombrado el mejor deportista olí­mpico de todos los tiempos".

Phelps y Lewis son tal vez los más conocidos porque les tocó vivir una época en la que las hazañas deportivas trascienden en todos los rincones del mundo a través de la televisión y, ahora, la internet. Pero abundan los í­conos del deporte cuyos nombres pasaron al olvido, como George Eyser, el gimnasta que ganó seis medallas en 1904 compitiendo con una pierna de madera. Eyser perdió su pierna al ser arrollado por un tren.

Wallechinsky cree que también se podrí­a considerar al finlandés Paavo Nurmi como el más grande. Nurmi ganó nueve medallas de oro en carreras de media y larga distancia en la década de 1920. Por mucho que se hable de las 17 veces que Phelps tuvo que zambullirse en la piscina del Cubo de Agua, lo suyo palidece comparado con lo que hizo Nurmi cuando ganó los 1.500 y los 5.000 en un lapso de dos horas en 1924.

Nurmi también pudo haber ganado más preseas de no haber sido proscripto de los juegos de 1932 en Los Angeles tras ser declarado profesional porque hizo algunas publicidades.

Y quien sabe lo que hubiera hecho Jesse Owens si los acontecimientos mundiales no le impedí­an competir más allá de los juegos de 1936, en los que se llevó cuatro oros en velocidad y salto, soportando presiones polí­ticas y raciales que Phelps nunca enfrentó.

Phelps es un sí­mbolo de los que se consigue con un gran entrenamiento, dedicación y un talento natural increí­ble. Pero es un poco temprano para que se lo declare el mejor atleta olí­mpico de la historia.

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Tim Dahlberg es columnista de la AP.

FUENTE: Agencia AP

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