La antorcha olímpica aterriza este martes en Brasilia, primera escala de un viaje por todo el país antes del inicio de los Juegos de Río-2016 y quizá el último gran acto de Dilma Rousseff como presidenta.
Encendida en la ciudad griega de Olimpia, cuna de los Juegos en la Antigüedad, la antorcha será recibida en la mañana de este martes por Rousseff en el Palacio de Planalto, su centro de operaciones, que deberá abandonar la semana próxima si el Senado la suspende para juzgarla por irregularidades en las cuentas públicas.
Rousseff deberá esperar la sentencia final recluida en la residencia presidencial, el Palacio de la Alvorada, durante hasta 180 días, cobrando la mitad de su salario. Un capítulo que podría extender la agónica disputa de poder entre la mandataria y su vicepresidente, Michel Temer, que ansía su puesto.
Si el Senado aprueba el juicio político, Rousseff será reemplazada por Temer, líder de la mayor fuerza local, el centrista PMDB, que hasta marzo integró la coalición de Gobierno y al que la presidenta acusa de "traidor" y de líder de un "golpe parlamentario" en curso.
Con la dinámica política en su contra y la popularidad por el suelo, Rousseff, una exguerrillera de 68 años, anticipó que luchará hasta el final. Pero el clima de fin de ciclo ya está instalado y, según el diario Folha de Sao Paulo, la presidenta "ordenó vaciar sus gavetas".
En el mismo momento en que muchos asesores del oficialismo encabezado por el Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) preparan sus currículums tras más de 13 años en el poder, los responsables de los Juegos sostienen que son inmunes a la descomunal crisis. "Desde el punto de vista de la preparación de los Juegos, la crisis no afecta en nada porque realmente nuestra planificación y ejecución fueron muy buenas", dijo el ministro de Deportes, Ricardo Leyser, en una entrevista reciente con la AFP.
- Tregua olímpica -
En el mundo antiguo, la llegada de la llama anunciaba una tregua para que los atletas pudieran trasladarse a Olimpia para la competición, una referencia a la que Rousseff apeló recientemente para convocar a un tiempo de concordia.
Pero en tanto el 'impeachment' avanza a todo vapor, la mandataria continúa buscando opciones para evitar su catástrofe. El diario O Globo informó el lunes de que Rousseff estudia renunciar y pedir al Congreso una enmienda constitucional para celebrar nuevas elecciones en octubre, una iniciativa apoyada por la mayoría de los brasileños.
La opción parece fuera de proporción para la debilidad actual del Gobierno, derrotado en forma aplastante el mes pasado en la cámara de diputados cuando se votó la petición de 'impeachment' contra la mandataria. Pero podría presionar a Temer y sus aliados, que quieren instalarse en la presidencia.
Temer tiene una intención de voto de entre el 1 y el 2%, según un sondeo reciente, y Rousseff no pierde oportunidad de recordarle que ella obtuvo 54 millones de votos, tiene mandato hasta 2018, y acusarlo de usar el 'impeachment' para tomar el poder sin pasar por las urnas.
Pero si el Senado le baja el pulgar, Brasil se encontrará con la paradoja de tener dos presidentes durante los Juegos Olímpicos, uno suspendido y otro en funciones.
- Problemas propios -
Intentando blindar los Juegos de la grave crisis política y la peor recesión económica en décadas, los organizadores esperan una cita que deje en la memoria la belleza singular de una ciudad célebre, que tiene en sus montañas, sus playas y en la famosa estatua del Cristo Redentor una de las postales más fotogénicas del mundo.
Con las competiciones ya en el horizonte y la infraestructura prevista casi totalmente lista, aunque afectada por recortes de presupuesto debido a la crisis, los Juegos empiezan a entremezclarse con los titulares del terremoto político.
La antesala no fue precisamente un catálogo de buenas noticias en un Río de Janeiro donde empeoran los índices de violencia y 11 trabajadores han perdido la vida en las obras olímpicas.
Al 'boom' de casos de dengue en Brasil se sumó un brote inusitado de virus del zika, una dolencia también transmitida por mosquitos que trajo consigo un espeluznante salto de casos de bebés nacidos con microcefalia (cerebro anormalmente pequeño) y que encendió las alarmas. El país combate asimismo el virus H1N1, que ya ha dejado 230 muertes este año, y el chicunguña.
La antorcha aterrizará en un Brasil polarizado, inestable y que deriva en un mar de dudas.
FUENTE: AFP