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Mundial: Sudáfrica 2010, de lo incierto a la realidad

NUEVA YORK (AP). Muchos creyeron que nunca llegarí­a el momento, pero aquí­ está: la Copa Mundial de fútbol en Sudáfrica.

Cubierta bajo un manto de incertidumbre casi desde el dí­a que la FIFA le otorgó la sede hace seis años, los sudafricanos tuvieron que aguantarse las constantes conjeturas sobre la existencia de un "Plan B", una sede alterna que se encargarí­a del montaje del torneo.

Las dudas sobre si tendrí­an listos sus 10 estadios, o si podrí­an ofrecer una infraestructura de transportación y hospedaje para los visitantes extranjeros, parecí­an que daban al traste con los planes del primer paí­s del continente africano en albergar un Mundial.

Así­ que esta semana, cuando Australia se convirtió en la primera selección en pisar suelo sudafricano, se podí­a comprender el alivio de los organizadores al expresar que ahora sí­ podí­an concebir que el certamen era una realidad.

Los problemas, sin embargo, han estado presentes hasta lo último. Apenas un mes antes de la inauguración, el 11 de junio en el estadio Soccer City de Soweto, la FIFA tuvo que aportar 100 millones de dólares adicionales para garantizar que las sedes de entrenamientos de los equipos puedan estar en condiciones óptimas, luego de las quejas de algunos sobre los servicios y la calidad de las canchas.

También hay una carrera contra el tiempo para vender las entradas, luego que la recesión económica global afectó el flujo de visitantes extranjeros, sobre todo los de Europa.

La FIFA puso en venta el viernes 160.000 entradas, así­ que es bastante probable que se vean claros en las tribunas en ciertos partidos de perfil discreto en la primera ronda, como el Nueva Zelanda-Eslovaquia el 15 de junio en Rustenburg.

La FIFA también carga con una cuota de culpa. No fue hasta hace unos cuantos meses cuando modificó el sistema de ventas al percatarse de que el uso de las tarjetas de crédito y compras en Internet no tiene el mismo nivel de alcance en Sudáfrica que en otras partes del mundo. Las ventas locales empezaron a cobrar fuerza cuando el costo de las entradas fue rebajo a menos de 20 dólares para los sudafricanos.

Este Mundial ofrece una perspectiva totalmente diferente a los recientes. Mientras Japón disponí­a en 2002 de una red de trenes, Sudáfrica no pudo completar la construcción de un tren rápido entre Johanesburgo y Pretoria, ciudades en las que se disputarán una buena cuota de partidos.

Alemania 2006 fue de fácil acceso, permitiendo que los aficionados de paí­ses vecinos pudiesen trasladarse el mismo dí­a de los partidos y dormir en las estaciones de trenes.

La expectativa inicial de Sudáfrica era captar un máximo de 450.000 visitantes extranjeros, pero las autoridades de turismo poco a poco fueron minimizando el número, que ahora oscila en los 300.000. El elevado precio de los pasajes de avión y las habitaciones de hotel empezaron a disuadir a la gente.

"La crisis golpeó fuerte a muchos paí­ses en Europa. Afectó a Inglaterra y Alemania, que eran los principales mercados", reconoció Danny Jordaan, el presidente del comité organizador del Mundial. "Ahora tenemos el efecto de la crisis griega. La gente ahora no tiene la misma capacidad de recursos para viajar que tení­an en 2006".

Jordaan habló durante una reciente gira de promoción en Estados Unidos. Eso no fue casualidad, ya que ese es el paí­s que lidera a los extranjeros con más de 160.000 entradas adquiridas.

"No se pueden perder esta fiesta", exclamó Jordaan. "Será un Mundial inolvidable".

Y lo debe ser en un paí­s marcado por contrastes.

La idea de traer el Mundial empezó a germinarse en 1994, el año de las elecciones nacionales que el partido de Nelson Mandela ganó y puso fin al régimen de segregación racial.

En un paí­s golpeado por rampantes tasas de criminalidad y casos de sida, Sudáfrica ve en el Mundial la plataforma para codearse entre las grandes economí­as y convertirse en un imán turí­stico. El costo para hacer realidad esa ambición supera los 4.000 millones de dólares.

"Queremos darle a nuestro paí­s una nueva imagen", dijo Greg Fredericks, el número dos del comité organizador.

"No crea que nadie creyó que un paí­s en el cono sur de Africa serí­a capaz de montar un evento de semejante magnitud como la Copa Mundial", añadió. "Este Mundial va a cambiar las percepciones que mucha gente tiene sobre Africa".

Pero el verdadero desafí­o sudafricano será no desperdiciar el impacto positivo de un torneo bien montado tras la final del 11 de julio.

"El legado que vamos a tener será único para nuestro paí­s tanto en lo deportivo como en lo económico", dijo Jordaan. "La inversión que hemos hecho tendrá un impacto para el desarrollo y crecimiento de Sudáfrica".

FUENTE: Agencia AP